“O se opta consciente y reflejamente, o la opción de nuestra vida se realiza sin que ni siquiera caigamos en la cuenta de ello. Pero en cualquier caso, nuestra vida y nuestra acción se inscriben en uno de los sectores contendientes. No hay marginados frente al conflicto social; hay sencillamente, contendores abiertos y contendores solapados, luchadores convencidos y tontos útiles. Demasiadas veces, y más por ingenuidad que por mala voluntad, los universitarios formamos parte de este último grupo. Todos estamos comprometidos: resta saber por quién”.
Ignacio Martín-Baró

martes, 26 de marzo de 2024

Percepciones

Hace menos de un mes el ministro de segurdiad, Mario Zamora, estuvo en el podcast del gobierno (Voces del Gobierno, nombre y formato aburridos, pura propaganda), y se refirió al tema de la seguridad como un "problema de percepciones de la población". Sí, eso dijo. Pero no es la primera vez que la persona a cargo del Ministerio de Seguridad reduce la situación de seguridad a un asunto de percepciones de la población. Hagamos un poco de memoria. 

Corre el año 2008. Fernando Berrocal es el ministro de seguridad del gobierno de Óscar Arias. En ese 2008 Berrocal dijo que había una lista de políticos vinculados a las FARC. Esto armó un polvorín, que hubiese sido ridículo si no fuera porque desató una cacería de brujas. Por razones nunca del todo claras, después se desdijo. Y luego, por eso, lo destituyeron. Eso ocurrió en marzo de ese 2008. El viernes 4 de abril, los medios de comunicación anunciaron que la entonces diputada liberacionista, Jeanina Del Vechio, reemplazaría a Fernando Berrocal al frente del Ministerio de Seguridad. Asumió el cargo pocos días después. 

Y apenas asumiendo la cartera de seguridad, así no más, en la conferencia de prensa, dijo: “... lo que está percibiendo el costarricense es una escalada de violencia pues cada vez los delitos son más violentos (...), lo que sí es cierto es que la percepción de inseguridad es más alta que la inseguridad misma, esa sí es la realidad”. Luego agregó que el nuestro era el cuarto país más seguro de Latinoamérica. Pero no se quedó ahí: “El país necesita acciones y decisiones concretas. No tenemos por qué alarmarnos. A la población lo menos que podemos hacerle es alarmarla sino que nos ocupemos del problema”. En esa conferencia de prensa también estuvo el entonces director del OIJ, Jorge Rojas, quien discrepó con la recién estrenada ministra, y dijo que sí teníamos un problema de segruidad serio, y que la gente no se sentía segura en la calle, y para, bajar un poco el tono, justificó a la novel ministra diciendo que era posible que Del Vechio haya pensado que la situación era peor. 

Según algunos expertos, cuando Del Vechio dijo lo que dijo, la situación del país no era tan grave, a pesar de que las estadística ya marcaban un ascenso de la violencia. Es posible que en abril de 2008, efectivamente esa percepción de la inseguridad sí fuera muy alta, pero lo cierto es que el 2008 cerró con 512 asesinatos, 143 más que en 2007, y una tasa de homicidios de 11.37 por cada 100.000 habitantes. Para que nos hagamos una idea, en 1990 era de 4.40. Si nos comparábamos con la región, pues la situación no era tan grave, pero si nos comparábamos con nostros mismos, mirando hacia atrás, tal vez sí era un poco más grave de lo que ministra quería hacernos creer. Así que lo de "percepciones" de la población, hay que matizarlo. Posiblemente, Del Vechio quiso bajarle el perfil al tema, pero obvio, ocurrió lo contrario. 

Pero una cosa es decir en aquel momento de 2008 que la seguridad es un asunto de percepciones, y otra decirla en 2024, cuando hemos visto que 2023 ha sido el año más violento de nuestra historia, con una tasa de homicidios que ha llegado a 17.2 por cada 100 cien mil habitantes, hablamos de 907 asesinatos (380 más que en 2010). Además no se espera que haya una disminución este año, todo lo contario. Es evidente que no se trata de meras percpeciones, y que algo hemos estado haciendo mal a lo largo de todos estos años, no hace falta ser experto para saberlo. 

Primero como tragedia, luego como comedia, parafraseo al viejo barbudo. Y me pregunto, ¿cómo es que si esta estrategia de bajarle el perfil a la tasa de homicidios fracasó rotundamente en 2008 cuando era bastante más baja, por qué habría de resultar efectiva catorce años después cuando tenemos record de homicidios y la situación de violencia desbordada? ¿en qué estaban pensando? ¿en serio creyeron que iba a funcionar?

El formato del podcast es una entrevista, con preguntas y respuestas obviamente ya preparadas, y algunas intervenciones de "la población", también ya filtradas de previo. Pero ojo la pregunta con que inicia la entrevista: "... el tema de la seguridad y la delincencia se posicionó como la principal preocupación de los y las costarricenses en las encuestas de opinión pública, sin embargo, cuando se les consulta a los que han sido víctimas de robo, asalto, si conocen dentro de sus familias a alguien que haya sido víctima de algún delito responden que no. Entonces, ¿se trata de percepción, por tanta noticia negativa que se ve hoy en día, o verdaderamente el país vive esa inseguridad?". No estoy muy seguro si la entrevistadora leyó mal la pregunta o si esa es la pregunta que se hizo en la encuesta, o sea, si  de verdad se le preguntó a las víctimas si en sus familias otras personas han sido víctimas. Pero en todo caso la respuesta de Zamora es de manual: 
"Cuando uno analiza en este momento el conjunto la totalidad de delitos observará que los delitos que más inciden sobre la vida de las personas que son los delitos contra la propiedad vienen en una disminución. Tuvimos en el 2023 una reducción significativa en comparación al 2022 e incluso estamos iniciando el año todavía con una reducción mayor. Eso demuestra que el esfuerzo que se está haciendo desde el conjunto de las autoridades del Poder Ejecutivo está dando resultados y que tenemos un enorme pendiente como país en materia de criminalidad homicida...."
O sea, no vemos lo importante, que los delitos contra la propiedad - que son los que más nos importan, según Zamora - disminuyen. Pero luego en la misma entrevista vienen las excusas, y sí reconoce que hay una criminalidad homicida que "preocupa". La entrevistadora vuelve a la carga con lo de las percepciones: "¿Cómo cambiarle a la población esa percepción qué se está haciendo desde el Ministerio de seguridad pública además de todos los esfuerzos que usted ya nos comentó?". Y en eso consiste el podcast, en convercernos de que en realidad el problema es nuestro porque tenemos la percepción distorsionada, no vemos los esfuerzos que hacen "nuestros héroes de azul", que ahora se esfuerzan más y no se desmoralizan. Ah bueno, se me olvidó, también la culpa es de la Asamblea Legislativa, porque no endurece las leyes. La entrevistadora sigue, y ahora pregunta por los menores que delinquen, y si no sería bueno tratarlos como adultos. 

Las preguntas en este podcast propagandístico, funcionan como una especie presentación de agenda en materia de seguridad: son percepciones, el gobierno lo hace bien, la culpa es de la Asamblea Legislativa, hay cuesiones geopolíticas que inciden en el tráfico de drogas, hay que endurecer leyes. Nada que no se haya dicho antes, nada que no dijera Jeanina Del Vechio en 2008. La única diferencia, como dije, es que objetivamente estamos peor, y objetivamente, el gobierno está más perdido que en aquella época. 

Es un desacierto absoluto recurrir a la vieja narrativa de las percepciones, creo que el gobierno debería admitir que la situación es dura, y de una vez por todas ocuparse, negociar la aprobación de leyes que combatan efectivamente la criminalidad en el país, y eso implica muchas cosas, una de ellas es abandonar la austeridad fiscal, los recortes en los programas sociales únicamente tienen como consecuencia tirar a secotres enteros a la pobreza con una alta probabilidad de que que deban dedicarse a actividades delictivas para sobrevivir. Pero por otro lado, es necesario seguir la ruta del dinero, porque si entendemos que la pobreza es caldo de cultivo, también es necesario advertir que hay sectores altos que se están enriqueciendo con estas actividades delictivas... "just follow the money". A un problema complejo hay que entrarle de forma compleja. 

Y ya que hablamos de percepciones, yo les voy a contar cuál es la mía: que este es un pésimo gobierno, y que no tienen la más mínima idea de qué hacer en materia de seguridad más allá de la tentación bukelista. Son unos pirómanos haciendo de bomberos, y lo que hacen es echarle al fuego un bidón de gasolina, para según ellos, apagarlo. Y como ya esto lo hicieron en otros lados, ya sabemos qué pasará. 





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lunes, 25 de marzo de 2024

"La oración Dios oyó y mandó esta grande bendición..."

Crecí en un hogar con valores cristianos, no evangélicos (no es lo mismo), aunque sí fui a un colegio evangélico. Ahí estuve desde 1984 hasta 1994 aprendiendo "... las ciencias estudiantes / juntamente los dichos del Señor ...", eso rezaba el himno del colegio, y luego agregaba: "Adelante con esos dos propósitos, / triunfaremos con ciencia y con amor". Obviamente el amor al que se refiere el himno, es el "amor al prójimo", no  el amor carnal, por supuesto. Este "amor al prójimo" vendría a ser uno de los pilares de la educación que se pretendía brindar al estudiantado. El otro pilar, la ciencia. Podemos inferir que no se trataba, al menos en aquellas épocas, de una institución negacionista, religiosa sí, pero reconociendo que la ciencia debía ser era uno de esos pilares en nuestra educación. Ya es otra discusión si en la práctica había de verdad una fuerte formación científica, aunque yo podría decir que no. 

La segunda estrofa del himno decía: "... y en tus aulas nos instruyen a un ambiente / de moral, más con lealtad, sin más pasión" (¡!). Un mandato superyoico. El himno se cantaba cada lunes, en cada acto cívico que terminaba con la oración de rigor. O sea, el acto cívico era en realidad un acto "cívico-religioso": Dios y Patria. El himno, en su última estrofa, contenía un juramento: "Hoy juremos dar prestigio / al colegio que el gran Dios nos dio. / La oración Dios oyó y mandó / esta grande bendición". Debíamos estar agradecidos y comprometidos con ese gran Dios que por allá de 1956 escuchó las oraciones, y nos dio un gran colegio. 

Toda la prédica que recibí durante esos diez años se basó en esa idea del amor, que insisto no era carnal, sí heteronormativa, muy heteronormativa (muy propia de la época es necesario decir). Esto llegaba a absurdos. No recuerdo si fue en 1991 en medio de las elecciones estudiantiles. En una de las "plazas públicas" uno de los grupos armó una especie de comparsa, iban con pelucas de colores. Esto fue considerado una falta, pararon la cosa, y sancionaron a los atrevidos que llevaban pelucas de colores. Seguro les pareció un acto contra la moral cristiana y las buenas costumbres. Una pena, la estábamos pasando muy bien.

En nuestro colegio era prohibido, sí prohibido, que nos tomáramos de las manos con nuestras parejas, más prohibido que nos besáramos, los bailes también proscritos (excepto si danzábamos para el señor, porque eso es diferente claro), existía todo un aparato represivo en caso de que nos descubrieran intercambiando fluidos bucales. Alguna vez suspendieron a una pareja que fue descubierta en pleno beso atrás de las aulas de sétimo año. Intentamos armar una pequeña protesta, y nos agrupamos en la entrada del edificio de secundaria, hasta que salió don Ruffers, el director, medía más de metro noventa con una voz gruesa que imponía autoridad, y miedo, mucho miedo. Ahí se acabó el conato de protesta. Pero yo creo que esta gente estaba más obsesionados con el sexo que nosotros mismos, que apenas estábamos descubriendo las potencialidades del "placer carnal". Y la verdad es que ese férreo control era inútil, porque igual siempre había espacio para explorarnos, obvio, "afuera" había vida, una vida que no podían controlar, aunque lo intentaran, y claro que lo intentaban, a punta de agigantar nuestro superyó, y con la siempre inestimable colaboración parental, que en algunos casos podía llegar a ser hasta más estricta que el mismo colegio, sobre todo en esas familias que estaban en sintonía religiosa con "la bendición que el gran Dios nos dio". Y otra obviedad, cero educación sexual, sí "educación para el hogar". 

Desde pequeño a mí se me hacía un corto circuito esa particular prédica del amor, porque la hallaba algo contradictoria. En parte, porque mi papá siempre me dijo que nosotros éramos otra cosa, o sea, no éramos evangélicos, entonces nunca me sentí parte de todo aquello. Y había algo, insisto, que no me cuadraba del todo. En mi cabeza se había formado una especie de pureza religiosa, y no porque yo fuera muy religioso o aspirara a ser un cristiano ejemplar, no, estaba lejos de serlo, yo no buscaba esa pureza, la buscaba en los otros, pero contradictoriamente, entre más cerca estuviera alguien de esa "pureza" más me repugnaba. Porque pasaba que quienes más se acercaban a esa "pureza" imaginaria que se había dibujado en mi cabeza, eran los que predicaban el "amor al prójimo", y eran esos precisamente los guardianes de la moral, y tenían un comportamiento casi policial, eran capaces de delatar al resto ante cualquier "falta", eran capataces de sí mismos y de los otros. Su amor al prójimo consistía en censurar al resto, a no soportar el deseo de los otros, en resumen en imponernos sus concepciones morales. No entendía cómo se podía vivir así. Esto reñía con otras cosa que siempre me dijo mi papá: "nunca delatar a nadie", "no ser un sapo", y siempre defenderse. Seguro tenía que ver con nuestro origen de clase, con nuestro barrio. Ahora, tampoco es que mi papá me lo puso muy fácil. Pero a principios de los noventa sus contradicciones salían por todo lado, pero no me voy a adentrar en rollos edípicos, solo voy a decir eso, que todas sus contradicciones salieron a flote. Esa era la ensalada mental de mi adolescencia, contra lo que me rebelaba, contra lo que peleaba, aún sin tenerlo muy claro. Es con los años que he logrado entenderlo, y seguramente resignificarlo.

Pero, dicho todo esto, lo que en realidad quería decir es que cuando veo a algunos "cristianos" transfigurados en políticos, se me activan todas esas viejas alarmas, esa primitiva repugnancia. Porque me resulta muy complicado oírles hablar de "amor al prójimo", a la vez que defienden como si fueran un derecho las terapias de conversión, como si hubiera que "curar" a homosexuales, trágico además es que haya psicólogos que se presten para esto. Pero es que además mienten, descaradamente, cuando dicen que con la prohibición de la terapias de conversión se les quiere cerrar las iglesias, o prohibir que den servicios de salud metal a la población. Mienten y manipulan, eso no me parece muy cristiano. Tampoco me parece muy cristiano, que el partido evangélico interponga decenas de mociones a un proyecto que prohibirá la explotación de petróleo en nuestro país, una industria contaminante. No sé qué clase de cristianismo es ese que pone encima el benecifio mercantil sobre el cuido de la naturaleza, y por tanto de las personas. Me suena un poco retorcida esa concepción de cristianismo. Y me hace recordar todos esos lunes en que el acto cívico terminaba con una de aquellas moralejas en que nos decían cómo Jesús echó a los mercaderes del tempo, o aquello de que es más fácil que un camello pase por el ojo de un aguja a que un rico entre en el reino de los cielos. 

Tampoco cuadra en mi cabeza, que estos autodeclarados cristianos, se rodeen de personajes que reinvidican dictaduras, que niegan genocidios, o que abiertamente llaman a vulnerar derechos de más de la mitad de la población. Pero bueno, seguramente es que yo tengo una concepción rara del cristianismo, contaminada por lecturas trasnochadas y la formación humanista de una Universidad Pública. Eso debe ser, soy yo el problema, y estos tipos, son la luz que nos guiarán hacia al amor eterno de ese gran Dios, que hasta un gran colegio nos dio. Amén.